Siempre ocurría algo jocoso en el taller, invitablemente y aunque los talleristas quisieran haber parecido serios, no lograban ponerse en esa tesitura. Hubo, hay, un tallerista obrero funcional con veleidades de capataz que supo serlo por momentos, hombre viajado al fin, pero que invariablemente, por períodos llegaba a capataz pero cierta hondera de algún inescrupulo le desintegraba el nido.
Esta persona, habil orador, preciso en sus conceptos, recitaba a cuatro voces lo que lograban los demas y tiempo al tiempo los obreros lo observaban con una pasmosa idolatría conceptual que lelgaba a algunos capataces y algunos obreros del teclado que creían, encolumnandose detras, llegar a la cumbre del taller. Pero como relatamos antes, el hondezo llegaba sin algarabía ni armisticio.
Este obrero funcional adoctrinaba a cuento tallerista llegaba a su chacra, incluidos capataces telefónicos o no. Cierto día uno de los pocos capataces telefónicos que desgañitaban por el taller no comprendió ni en colores ni en latín lo que un obrero funcional y un obrero del teclado intentaron por horas, días y yo diría agregado hasta meses un concepto que, mas allá de lo complejo, debía por imposición tener internalizado, pero no, esto último era habitual.
El encargado del taller en aquel momento era no sino otro que el barbado creido en Atila pero sin imperio del Azote de Dios. Este, como era de esperar, no tenía la conceptualizació misma que la que a aquel capataz telefónico le faltaba, estaban en la misma situación ante tal espeluznante y, ya por aquellas días, remanido concepto, La diferencia es que al capataz telefónico le era necesario y al enacargado no le interesaba en lo mas mínimo, ya que su horizonte distaba mucho de saber del producto; sin embargo este atila talleril armó la faustuosa y celebérrima póstuma reunión.
En dicha reunión estaban, en un principio, el encargado, el capataz telefónico, un obrero funcional y un obrero del teclado. El tema ya estaba bien arto hablado, pero el obrero telefónico continuaba sin entender dicho concepto. El encargado tenía cara de no querer escuchar mas del tema, ya que como dijimos, no era parte de su horizonte. Entonces, ante la catarata de preguntas recurrentes del capataz telefónico hacia el obrero del teclado, este último, en un acto resultado de un ánimo ya empalagado bate:" ...entonces llamalo a (por cirscuntancias jurídicas debemo resguardar su identidad) el obrero funcional fraguado varias veces en su intento de ser capataz".
Este personaje llegá a la famosa reunión con un aire de suficiencia tal que llegó a vociferar en tono muy tenue "otra vez tengo que explicar esto?" como estableciento una postura tal de entender que el taller sin él no avanzaba ni funcionaba. Enre dimes y diretes y terribles afirmaciones de este último, el obrero funcional y el obrero del teclado miraban descreidos de que, solamente con un cambio de voz el capataz telefónico inverosímil comprendía la situación. Hasta que llegó el concepto faustuoso y se produjo el siguiente pregunta de parte del capataz telefónico: "y eso que significa?, a lo que el obrero funcional fraguado y con la paciencia henchida resolvió la contienda con un célebre ademán acompañado de la eximia frase.
La estampa del frguado era parado de modo normal contra una pared sin llegar a apoyarse, los pies acomodados en modo descanso, la mano izquierda escondida en parte en el bolsillo correspondiente de su original vaquero. Así la posición adelanto unos centímetro su pie derecho hacia la posición del capataz telefónico alzó la mano derecha posicionó los dedos de su mano solo con el índice extendido y, al tiempo que ejecutó varios circulos hacia su norte con dicha mano, dijo, ".siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiigue aplicando el acuerdo".
Esta frase, en dicha reunión no provocó en absoluto el remate de la misma, pero provocó sonrisas apagadas y gestos jocundos de los obreros funcional y presente. Pero los días posteriores hicieron insigne el gesto de aquel y la frase misma.
Lo posterior a esta reunion en lo referente una situación recurrente, se remataba con la frase y ademán de aquella suculenta reunion
miércoles, 24 de septiembre de 2008
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